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viernes, 18 de septiembre de 2015

Renta Básica, como principio de la dignidad ciudadana.



«Tanto pensadores del libre mercado como socialistas han defendido durante mucho tiempo la puesta en práctica de un esquema de renta básica. Pero la idea siempre se ha desestimado debido a dos objeciones: que las sociedades son demasiado pobres para poder permitírselo y que sería un desincentivo para trabajar.»

En la mayoría de países ricos hay actualmente millones de “pobres con trabajo”, personas cuyos trabajos no les reportan lo suficiente para mantenerse por encima de la línea de pobreza, y cuyos salarios, por lo tanto, tienen que ser completados con subsidios del Estado. Estos subsidios toman la forma de reducciones fiscales.
La idea es muy antigua. Inglaterra puso en práctica el sistema “Speenhamland”, una forma de asistencia externa destinada a compensar el aumento de los precios del pan, durante las guerras napoleónicas. En 1795, las autoridades de Speenhamland, un pueblo de Berkshire, autorizaron una escala móvil, dependiente de los medios individuales o familiares, de complementos salariales. Los suplementos que las familias recibían variaban según el número de hijos y el precio del pan.
Pero el plan fue criticado por permitir a los empleadores pagar salarios por debajo del salario de subsistencia, puesto que el contribuyente ya compensaría la diferencia. En 1834, el sistema Speenhamland fue reemplazado por la Nueva Ley de Pobres, lo que confinó el alivio a las «casas de trabajadores», en unas condiciones suficientemente odiosas para obligar a la gente a volver al mercado de trabajo.

Más tarde, en el siglo XX, el principio Speenhamland fue restablecido, y nada menos que por el liberal del libre mercado Milton Friedman. En 1962, Friedman propuso un “impuesto sobre la renta negativo”, mediante el cual las personas que ganaran por debajo de un cierto umbral recibirían ingresos suplementarios por parte del gobierno, en lugar de pagar impuestos al mismo. La idea era sacar a la gente del paro y volverla al trabajo. Se llevó a cabo como Reducción Fiscal por Rentas del Trabajo en los Estados Unidos y Reducción Fiscal a las Familias Obreras en el Reino Unido.
Al mismo tiempo, se han hecho esfuerzos para elevar el nivel de los ingresos obtenidos mediante el establecimiento de legislación de salario mínimo. Pero el salario mínimo nunca ha alcanzado el techo fijado como “ingreso digno” y en consecuencia no ha reducido significativamente el presupuesto para subsidios salariales.
En 2008, alrededor de 5,5 millones de familias obreras del Reino Unido se beneficiaron de reducciones fiscales, incluyendo reducciones por trabajo y por hijos, subsidios por vivienda, y exenciones de impuestos locales. Las políticas de austeridad han reducido esta cifra a 4,3 millones. Teniendo en cuenta que en 2012 había 11,4 millones de hogares obreros en el Reino Unido, esto significa que un sorprendente 38% no recibió un “salario digno”. O, dicho de otra forma: el salario de equilibrio de mercado fue incapaz de proporcionar un ingreso suficiente para vivir al 38% de las familias obreras. Estos son los “pobres con trabajo”.
En su anuncio presupuestario del 8 de julio, el ministro de Hacienda, George Osborne, propuso recortar £ 12 mil millones (18,6 mil millones de dólares) del proyecto de ley de bienestar en los próximos cuatro años como parte de su plan de recorte del déficit. De esta cantidad, £ 9 mil millones saldrían de recortar los subsidios fiscales a las familias obreras.

Para compensar este recorte, Osborne propuso aumentar el salario mínimo de £ 6,50 por hora a £ 9 por hora durante el mismo período. El aumento recaería sobre los empleadores, no sobre el erario público, por lo que las reducciones fiscales y los subsidios será una ganancia neta para el Tesoro de Su Majestad. Un análisis realizado por el Instituto de Estudios Fiscales ha llegado a la conclusión de que si bien el Tesoro se ahorrará £ 12 mil millones, el incremento bruto en el pago del montante total de salarios mínimos es de sólo £ 4 mil millones. Tal como lo presentó Paul Johnson, director del IFS: “Simplemente, ni por asomo irá suficiente dinero al nuevo salario mínimo para compensar en efectivo a las personas por la pérdida de las reducciones fiscales.”
Pero incluso si el salario mínimo se elevara lo suficiente como para compensar la retirada de las reducciones fiscales, la transferencia del incremento del costo de la mano de obra de los contribuyentes a los empresarios sería una estrategia equivocada. La razón es que para mucha – quizás la mayoría – de la gente, el trabajo como fuente de ingresos irá en declive.
Al fin y al cabo, una predicción de la que podemos estar seguros es que la automatización hará cada vez mayores incursiones en el mundo del trabajo humano. Hasta un 50% de los puestos de trabajo existentes pueden estar en peligro en los próximos 20 años. Es, como mínimo, una pregunta abierta si se encontrarán suficientes nuevos empleos para reemplazarlos, o, en realidad, si es deseable seguir produciendo más y más productos simplemente para proporcionar empleo humano con salarios cada vez más reducidos.
A medida que los robots sustituyan cada vez más al trabajo humano, los seres humanos necesitarán ingresos para reemplazar los salarios del trabajo. Mientras que las reducciones fiscales apuntan hacia los ingresos de sustitución, el aumento del salario mínimo apunta en la dirección opuesta, al hacer los ingresos más dependientes de los puestos de trabajo. De hecho, centrarse en el salario mínimo con toda seguridad acelerará el proceso de automatización. La evidencia previa de que la legislación sobre el salario mínimo no reduce la demanda de trabajo podría no aguantarse ante la caída rápida del coste con la automatización de la producción de bienes y servicios.



En resumen, si Osborne se toma en serio su promesa de proporcionar a todos un “ingreso digno” , debería moverse hacia la idea de una renta “básica” o “ciudadana”, independiente del mercado de trabajo. Un sencillo paso adelante sería proporcionar a todos los ciudadanos una reducción fiscal incondicional, lo que podría establecerse gradualmente a medida que caen los ingresos por trabajo.
Tanto pensadores del libre mercado como socialistas han defendido durante mucho tiempo la puesta en práctica de un esquema de renta básica. Pero la idea siempre se ha desestimado debido a dos objeciones: que las sociedades son demasiado pobres para poder permitírselo y que sería un desincentivo para trabajar.
La primera objeción sin duda ya no es cierta para las economías avanzadas, mientras que la segunda es irrelevante, ya que no se trata de fortalecer el incentivo para trabajar, sino de que las personas puedan vivir sin trabajo. Una renta básica incondicional convertiría el trabajo a tiempo parcial en una posibilidad para muchos de los que ahora tienen que trabajar a tiempo completo con salarios por debajo de la subsistencia. Y todos los trabajadores comenzarían a tener la libertad de tomar las mismas decisiones respecto a la cantidad de trabajo, y en qué condiciones, que tienen ahora los dueños de un capital sustancial.

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