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sábado, 4 de noviembre de 2017

Pensamientos oníricos. El orden del Kaos.

  • El ensayo que me ocupa abordará temas como la verdad, que es filosofía, el destino, que es un sí o un no: eterno dilema, el amor, que es necesidad, lo imposible, que es lo que limita la felicidad y ésta misma, que es lo que todo ser quiere cuando vive. Las interpretaciones tienen influencias claras de Descartes, Hume, Kant, Ortega y Gasset y esos pocos amigos que a veces se desatan y hablan de temas trascendentales dejando de lado lo terrenal. No obstante, quiero que quede claro que de dichas influencias he resaltado ideas que ya residían en mí a priori y que, ante mi asombro, ya existían hace siglos. A veces he caído en la tentación de reflejar sentimientos dejando de lado el rigor de todo buen razonamiento no en vano, se trata de reflejar mi teoría sobre las cosas.
La claridad es la cortesía del filósofo. Es por ello por lo que trataré de ser lo más claro posible aunque han de disculparme por los inevitables juegos de palabras que acontezcan en este ensayo. Por otra parte, cuando digo filósofo, veladamente, en primera persona, quiero recalcar que no soy más que un aspirante a ello si bien creo que toda intención o predisposición es un buen principio aunque no garantice el logro del fin. La filosofía en mi opinión es buscar una explicación a un problema y entiendo, paradójicamente, por problema algo sin solución tangible. Precisamente porque no se puede alcanzar la verdad, ésta nos inquieta. En el mundo material, al que todo le es dado no es feliz por mucho que tenga; aquí sucede algo parecido. La filosofía surge por una necesidad y el que tiene una necesidad y no trata de satisfacerla no es feliz porque se ampara en la patética frase "lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible". En mayo del 68 se dijo: "seamos realistas: hagamos lo imposible". Está claro que todo ser se mueve por necesidades, todos queremos mejorar. Para mejorar es imprescindible la ilusión y mal empezamos si pensamos que lo que queremos es imposible. Alguien me dijo "lo difícil se hace y lo imposible se intenta"; me gusta. Napoleón dijo: "imposible es el adjetivo de los imbéciles"; tampoco está mal. ¿A quién le ha quitado nunca el hambre saber que no podría comer?. El filósofo es así: tiene ilusión y no se rinde, si bien es consciente de que sus inquietudes no serán satisfechas plenamente, de que la verdad absoluta no se puede alcanzar.En tiempos de avance tecnológico el filósofo tiende a ser infiel a su condición, a no aceptar el destino, a querer ser lo que no es. Por eso el siglo XIX fue revolucionario. Espíritu revolucionario significa no sólo afán de mejorar -cosa que siempre es excelente y noble- sino creer que se puede sin límites ser lo que no se es, que basta con pensar en un orden del mundo o de la sociedad que aparecen óptimos para que debamos realizarlos, no admitiendo que el mundo y la sociedad tienen una estructura esencial incanjeable, la cual limita la realización de nuestros deseos y da carácter de frivolidad a todo reformismo que no cuente con ella. El no aceptar el destino, como decía antes, es errar porque en el fondo es creer en un destino que no es el tuyo, es hacer caso omiso al sentido que tiene lo que acontece de repente, rechazar la oportunidad. Lo malo es querer ser lo que no se es. Parece contradictorio pero no lo es. Ser lo que no se es, ¿es imposible?. ¡No!: no hay nada imposible pero sí contraproducente. Es lo que pasó en el siglo XIX. En lenguaje cotidiano, diríamos que eran demasiado materialistas. Lo mismo ocurre ahora, en plena expansión cibernética. El hombre todavía puede apagar el ordenador; sin embargo tendremos que esforzarnos para conservar este privilegio. Cada vez se piensa menos hacia dentro y más hacia fuera; importa la imagen, lo que piensen de nosotros aun a costa de sacrificar nuestros deseos.
  • Hay que estar abierto a las posibilidades que nos brinda la vida. Siempre me ha repugnado el frecuente personaje a quien oímos decir constantemente que se cree en el deber de esto o de lo otro. Yo me he creído muy pocas veces en deberes durante mi vida. La he vivido y la vivo casi entera empujado por ilusiones, no por deberes. El deber es el sustituto de la ilusión y la ilusión es el motor que nos conduce a lo imposible.


Decía que la filosofía surge con una necesidad. La filosofía es el esfuerzo intelectual por excelencia. Uno se pone a pensar y no se conforma con lo que ve. La pregunta "de dónde venimos y a dónde vamos" siempre persiste en el interior de todo ser que piensa. En el ser viviente toda necesidad esencial que brota del ser mismo y no le sobreviene accidentalmente desde fuera, va acompañada de voluptuosidad que es la cara de la felicidad. Cuando creemos no preocuparnos en nuestra vida, la dejamos flotar a la deriva. Esto es lo que hace el hombre medio y la mujer mediocre, o sea, la inmensa mayoría de las criaturas humanas. Para ellas vivir es entregarse a lo unánime, dejar que las costumbres, los prejuicios, los usos, los tópicos se instalen en su interior, les hagan vivir a ellas y tomen sobre sí la tarea de hacerlas vivir. Se preocupan de despreocuparse. Yo me siento un privilegiado ante esa inmensa mayoría porque no me conformo con lo que me dicen y busco mi verdad.El ideal eterno del débil es hacer lo que hace todo el mundo. Es su preocupación: responder a las expectativas que los demás tienen –o cree que tienen, mejor dicho- sobre él. Renuncia a la responsabilidad ante el propio destino. La mayoría intenta suplantar su vida. El despreocupado se suplanta a sí mismo. De esto se preocupa.La necesidad de acceder a lo inaccesible es, en esencia, la historia de nuestra vida. Unos piensan y otros se conforman; unos se preocupan y otros se despreocupan; unos razonan y otros encomiendan su razón a terceros; unos buscan y otros se conforman; unos salen y otros se esconden; unos se esfuerzan y otros son cómodos… Quedémonos con los unos y en cuanto a los otros, limitémonos a respetarlos aunque no sean filósofos. Filósofo frente a científico. Hay dos verdades: la científica y la filosófica. La primera es exacta pero insuficiente; la segunda es suficiente pero inexacta.
  • El problema práctico es aquella actitud mental en que proyectamos una modificación de lo real, en que premeditamos dar ser a lo que aún no es, pero nos conviene que sea. Esto es lo que hacen los científicos que, de algún modo, juegan sobre seguro, trabajan para alcanzar soluciones que saben que están ahí y que son cognoscibles. En ciencia, todo tiene un principio y un fin. Por eso el físico renuncia a buscar el primer principio del Universo y hace muy bien; pero el hombre en que cada físico vive alojado, no renuncia. La verdad absoluta resulta que yo no me contento con que sea y esté allí sino, al revés, me inquieta que sea y que sea tal y como es. Me conmueve su ser. ¿Por qué?. Evidentemente porque eso que es tal y como está ante mí, no se basta a sí mismo sino que, al contrario, veo que le falta su razón de ser, veo que si no es más de lo que parece ser, si no hay tras lo aparente algo más que lo complete y sostenga, su ser es incomprensible o, dicho de otro modo, su ser es un no ser, algo que no debe ser. Y eso es lo que me ocurre cuando veo lo que me rodea: lo que es tangible, a primera vista, decimos que existe pero cuando soñamos todo es tan real como la vida misma -si dentro de un sueño te pellizcas, te duele- pero sé que detrás de lo que veo tiene que haber una explicación, algo que complete su ser. El problema científico consiste en hacer que sea lo que no es (pero conviene) mientras el problema filosófico consiste en hacer que no sea lo que es (pero que por ser tal conmueve al intelecto aunque con insuficiencia). Al decir que no sea me refiero a completar el ser con el no ser. Paradójicamente el no ser es la pieza del mosaico que falta, la esencia, lo trascendente, lo que no vemos pero hace que sea. Llamémoslo Dios o llamémoslo verdad, me da igual. Cuando en el mosaico falta una pieza lo reconocemos por el hueco que deja; lo que de ella vemos es su ausencia; su modo de estar presente es faltar. Así es la esencia de las cosas. Es lo que en filosofía surge como el problema del fundamento para el mundo y en las religiones aparece bajo el nombre de Dios.
La verdad es un problema de verdad. El científico, al contrario que el filósofo, llama problema a lo que se puede resolver y, como la solución consiste en ciertas manipulaciones, llama solución a lo que se puede hacer. Desde este punto de vista, la filosofía podría llamarse intento. Si hablamos de probabilidades, el buen éxito del intento llamado filosofía es lo menos probable del mundo. ¿Por qué intentarla y no contentarse con vivir y excusar el filosofar?. Por que hay hombres para quienes lo superfluo es lo necesario (entendiendo como verdadera necesidad la que el ser siente de ser lo que es, ya que la necesidad de lo útil sólo es relativa).A partir de aquí, surge la gran duda. La vida podría ser un sueño monótono y correcto, una alucinación tenaz y cotidiana. Quien sea capaz de demostrar lo contrario, que tire la primera piedra. Todos hemos soñado o, mejor dicho, todos soñamos. La mayoría de las veces no nos acordamos de lo que hemos soñado. En los sueños no existe la noción tiempo. Somos capaces de soñar en cinco minutos lo equivalente a un día entero de vida consciente. Cuando uno está soñando todo parece real; si introdujéramos un personaje divino en nuestro sueño, aunque tratara de convencernos de que es un sueño, no nos lo creeríamos. Lo mismo le ocurrirá al lector si le digo que yo soy ese personaje divino y le quiero abrir los ojos ahora. Lector: todo lo que te está pasando, todos tus recuerdos, todas tus vivencias, todo tu todo, es producto de tu imaginación. La percepción de lo real no es una alucinación cualquiera, sino una alucinación constante y comunal; es decir, mucho peor que la otra.Con esto, quiero decir que ni la existencia ni la inexistencia son evidentes. Si comenzamos un razonamiento partiendo de una presunción, errónea solución hallaremos. Ya sé que es difícil pero hay que razonar partiendo de algo más seguro. Por tanto no se puede partir de la existencia ni de la inexistencia porque sería partir de un supuesto. No se debe partir de lo que se supone sino de lo que se impone.Descartes lo dijo: lo único que existe con evidencia es la duda. Lo único indudable es la duda. Esta es la gran paradoja. Dudar es pensar y, por tanto, si pienso es porque existo. Sólo puedo estar seguro de que existo yo. Ya sé que es angustioso y, por ello, me resisto a ello, pero hay que partir de esa suposición o, mejor dicho, de esa imposición. El vigor intelectual de un hombre, como de una ciencia, se mide por la dosis de escepticismo, de duda, que es capaz de digerir, de asimilar. Una verdad no es verdad porque se la desea; pero una verdad no es descubierta si no se la desea, y porque se la desea se la busca. Si pienso "A", no sé si existe "A" pero es evidente que existe "el pensar A".Así, el modo de ser de las cosas lejos de consistir en ser para sí o saberse a sí mismas consiste más bien en todo lo contrario: ser para otro, en este caso yo. Es la teoría de los idealistas que posteriormente fue juzgada y matizada por Ortega y Gasset quien decía que, si no fuera por las cosas, no pensaríamos, o sea, no seríamos; reconociendo, eso sí, que las cosas existen porque las pensamos. Hay una reciprocidad. Es un error hacer que el yo se trague al mundo en vez de dejarlos a ambos inseparables, inmediatos y juntos, mas, por lo mismo, distintos. Si no hay cosas que ver, pensar e imaginar, yo no vería, pensaría o imaginaría; es decir, yo no sería. La belleza no mira, sólo es mirada. Quizá entra en esta paradoja en su intención de ver la realidad como un todo, como un cúmulo de interdependencias en la que todo es relativo a. Por eso no quiere hablar del yo como centro de todo y lo acompaña con la circunstancia. La simple vacación de lo externo no trae consigo el descubrimiento y la preferencia de lo interno. Para que una mujer se enamore de un hombre no basta que se desenamore de otro: es menester que aquel logre llamar su atención. Acepta el estar solos sin estar solos y a mi parecer es una teoría acertada porque, aunque fuera verdad que todo es producto de nuestra imaginación, las cosas se nos presentan sin posibilidad de preverlas, sin posibilidad de modificarlas a nuestro antojo. Eso quizá explique el destino.
  • Por cierto: ¿existe el destino?. Para responder habría que definirlo antes. Esto es, cuando pensamos en destino, entendemos que es lo que pasará hagamos lo que hagamos: es lo inevitable. Importante, a su vez, es matizar que el destino puede ser lejano o cercano ya que podemos hablar de un destino último y único (lejano) o destinos próximos y varios (cercanos). De existir el destino, deberían existir ambos: el último y único, y los próximos y varios. Podemos pensar que todo tiene un principio y un fin. Podemos pensar que lo que estamos viviendo ya estaba "escrito" en algún sitio. La mayoría de los mortales hemos dicho alguna vez: "pasó porque tenía que pasar" o "todo principio tiene un fin". El gran problema al que nos enfrentamos es que lo infinito lo vemos finito; una línea recta está compuesta por infinitos puntos, sin embargo, vemos que está ahí, que empieza y que se acaba. Nos falta un sexto sentido y esta carencia es la que limita nuestro acceso a la verdad. Cualquier objeto es divisible indefinidamente. Nunca llegaríamos al final por mucho que los científicos lleguen al átomo o al electrón. ¿Acaso si cogemos un electrón no será divisible?. ¡Denme un cuchillo y verán!. Lo infinito es tan inmenso como lo finito. La nada no la concibo: siempre hay algo. Imposible de entender porque vivimos en tres dimensiones y habrá una cuarta que lo explique todo.
Muchos nos hemos planteado alguna vez si existe el destino. Evidentemente nadie lo sabe. Imaginemos que todas las semanas yo juego una combinación, siempre la misma, de Lotería Primitiva, excepto en agosto, que me voy de vacaciones. En el supuesto de que saliera esa combinación en el mes de agosto, me tiraría de los pelos y diría "qué mala suerte, soy un desgraciado". Se lo contaría a todo el mundo dando por hecho que, de haber jugado, me habría tocado y sería millonario. La mayoría pensamos así, lo que denota que no creemos en el destino. Quien cree firmemente en el destino diría que no le tocó la lotería porque su destino es que no le toque la lotería; de haber jugado en agosto, habría salido otra combinación para que no le tocara. ¿No es demasiada casualidad que toque justo cuando yo no juego? (es mi destino). Normalmente nos obcecamos en una cosa y la defendemos sin razonamiento alguno. De hecho, puede haber otros ejemplos que apunten a que el destino sí existe y esa mayoría, a bote pronto, contestaría a favor del destino. Podemos hacer el planteamiento al revés, es decir, pensar que efectivamente me habría tocado si hubiera jugado en agosto, como piensa la mayoría; en este caso, seguimos aceptando el destino: haga lo que haga, esa combinación salió porque tenía que salir (el destino de la combinación).Por tanto, no me cabe duda de que el destino existe. El problema radica en la relatividad del mismo: ¿qué es lo importante: mi destino o el destino de lo que a mí me afecta, de las cosas?. ¿Hasta qué punto lo que yo haga influye sobre lo que va a pasar o lo que va a pasar influye sobre mí?. Por eso es importante definir algo antes de hablar de ello. Por tanto, centrémonos en nuestro destino. Ese problema, a mi juicio, no tiene solución pero que el destino exista, repito, me parece claro. A partir de aquí, el religioso podría rebatirme diciendo que Dios nos da plena libertad para actuar para que nos ganemos el reino de los cielos. Sería lamentable que Dios nos pusiera en el mundo sabiendo a priori que vamos a hacer cosas malas que posteriormente serán el motivo de que vayamos al infierno ¡menudo destino!. No soy quien para negar a Dios y, de hecho, creo en él aunque no lo veo tan físico, tan cercano, tan "a nuestra imagen", como el religioso sino que lo entiendo como la esencia de las cosas, como la pieza que falta. Por este motivo, acepto el envite y quiero compatibilizar la imagen de Dios con la idea del destino. Efectivamente Dios nos da libertad para ganarnos el cielo pero la misma Biblia dice que Dios perdona, es su oficio; y da a entender que todos acabaremos en el cielo ¡buen destino!.
  • La libertad que da Dios no es otra que la de poder acceder al destino por el camino que elijamos. Entre dos puntos, principio y fin, hay multitud de caminos pero todos llevan al mismo sitio. Eso es el destino. Error para ser feliz es preocuparnos por esto y seguirlo a pies juntillas puesto que nos podemos equivocar y pensar en un destino que no es el nuestro. Al pensar en un destino tenderemos a acceder a él en línea recta y renunciaremos a las cosas buenas que tiene la vida: caminos adyacentes, caminos paralelos, vericuetos, atajos, etc. Y, lo peor de todo, para llegar a un destino que no es el nuestro y que nos conducirá al destino verdadero por el camino más largo. Es por ello por lo que debemos olvidarnos del destino, que existe pero no se conocerá hasta que llegue. Guiémonos por la intuición, por las buenas sensaciones. Hay que pensar que Dios reparte las cartas del destino pero nosotros las jugamos.
El caso es que las cartas están ahí y son las que son: todo pasa porque tenía que pasar pero tenemos libertad para que esas cosas que han de pasar pasen antes o después, de diversas maneras y con diversas combinaciones. Aprovechemos las oportunidades que nos brinda el propio destino y no nademos contra corriente. Así se asimila mejor lo malo: "me pasó porque me tenía que pasar pero, por lo menos, lo intenté". Avancemos buscando lo que nos gusta y el camino hacia el inevitable destino será de lo más placentero. Hay una frase que dice "soy feliz cuando me gusta lo que hago y no cuando hago lo que me gusta". Si nos gusta lo que estamos haciendo, vamos en buen camino. No hay más. Tengamos presente que nada acontece sin razón. Todo ser es feliz cuando cumple su destino, cuando sigue la pendiente de la inclinación, de su esencial necesidad, cuando se realiza, cuando está siendo lo que en verdad es.Filósofo frente a religiosos y "modernos"Hemos de representarnos las variaciones del pensar no como un cambio en la verdad de ayer, que la convierta en error para hoy, sino como un cambio de orientación en el hombre que le lleve a ver ante sí otras verdades distintas de las de ayer. En este sentido, la sociedad parece que avanza, en el sentido de que cada vez hay menos devotos. Devoto, religioso, católico… son sinónimos. Se trata de esa manera de pensar amparándose en una verdad incondicional, partir de un supuesto. Decía antes que, en el camino de la verdad, es necesario partir de una imposición en vez de partir de una suposición. Los religiosos renuncian a esto. Por eso siempre los llamé, los llamo y los llamaré cómodos. No conciben el cambio, el progreso. No están abiertos a razonamientos que no busquen una explicación distinta de la que ellos aprendieron y se creyeron sin más. Cualquier argumento que se desvíe de lo que dice su religión, automáticamente es tachado de herejía, de malo. Utilizan conceptos como "ateo" o "agnóstico" para generalizar denotando desconocimiento del significado de éstos y una falta de respeto evidente a hacia quienes les rebaten. En resumen, fanáticos.
  • Cuando lo condicional nos es dado (lo que vemos), lo incondicional nos es dado como problema (lo que hay detrás de lo que vemos y hace que sea lo que es). Necesidad de todo ser viviente es resolver este problema. La religión surge como manera fácil y cómoda de saciar esta necesidad. Razonando he llagado a una solución parecida: la idea de Dios. Pero yo reconozco que es fruto de mi necesidad y veo absurdo dejar de pensar a partir de ahí y más absurdo todavía afiliarme a una religión y seguir unas pautas prefijadas que puedan afectar a mi felicidad. Tan fácil como que si me apetece más ir al circo que a misa, aunque sea Domingo voy al circo. Cada uno es por mitad lo que él es y lo que es el ambiente en que vive; es inevitable, pero en el caso de los cómodos, cada uno es 90% lo que le dicen y 10% persona. Son capaces de sacrificar sus deseos, sus ilusiones, para responder a lo que su ambiente espera de ellos.
En el Universo hay tres cosas: lo que está y no sabemos que está (la verdad), lo que no está y nos creemos que está (el error) y lo que estamos seguros de que está porque no escapa a nuestro conocimiento. Lo primero es lo que todos ansiamos, lo segundo es lo que los cómodos acechan y lo tercero son los datos del Universo. Todo problema supone datos y los datos son lo que no es problema.Lo que necesitamos buscar es precisamente lo que nos falta porque no nos es dado. Un ser sin deseo, sin necesidades, sin apetitos; un ser que fuese sólo intelecto y que sólo tuviera problemas teóricos, no llegaría nunca a percibir un problema práctico. Pero hay que razonar con rigor. No vale hablar de las cosas por delante de ellas y sin entrar en ellas.
  • Ante el fundamento de las cosas (Dios) puede haber dos actitudes: los que traen a Dios demasiado cerca y le hacen "andar entre los pucheros" (devotos, a los que yo llamo cómodos por no querer mirar más allá); y los que, a mi juicio con más tacto y mayor respeto, lo alejan y trasponen. Yo partiría de una conciencia hipersensible para el carácter de limitación, de efecto, de la insuficiencia inherente a todo lo mundano. Por eso admito que el verdadero y supremo Dios no tenga nada que ver con el mundo que vemos. De otro modo, quedaría contaminado con la limitación e imperfección de éste. Como decía Nietszche, el hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza. Y, a mi juicio, éste el error del religioso. Yo creo en Dios o, mejor dicho busco la verdad amparándome en la esencia de las cosas a la que podemos llamar Dios. Partiendo de este inevitable supuesto y denotando cierta debilidad puedo decir que Dios es simplemente bueno, no es justicia sino caridad, amor. Pero lamentablemente, esto que digo no es evidente. La evidencia no tiene nada que ver con lo sentimental. Es, casi podría decirse, lo contrario que el sentimiento, el cual por su naturaleza misma es ciego, y es ciego no por enfermedad o accidente sino de nacimiento. Si quiero buscar una evidencia, volvería a explicar su existencia con la idea de la pieza que falta en el mosaico. Su manera de ser es el no ser y esto sí que es evidente. Existe eternamente ajeno al mundo y ausente del mundo. Precisamente por eso lo compensa y lo completa. De puro no tener que ver con el mundo, lo salva.

La filosofía habla de ser fundamental y la religión habla de Dios. Se está hablando de lo mismo, no cabe duda. El matiz está en que el filósofo llega a la conclusión sin necesidad de partir de creencias previas. No da nada por sabido anticipadamente porque lo sabido es lo que ya no es problema. Por este motivo, un razonamiento filosófico puede parecer incompleto o frustrante porque no "se moja", pero es más riguroso que un razonamiento religioso, que parte de una manipulación.
  • El cristiano es anti-moderno: se ha colocado cómodamente, de una vez para siempre, frente y contra la modernidad. Para él la modernidad es cambio y no la acepta por eso. La ve como la hija de Satán. El moderno es anti-cristiano porque cree que la modernidad nace frente y contra la idea religiosa. En eso basa su cambio; carece de respeto y de amor. Puede llegar a ser violento y la violencia no es más que el miedo a las ideas de los demás y poca fe en las propias. Tanto el anti-cristiano como el anti-moderno no quieren esforzarse en cambiar, prefieren la inercia. Sólo se encuentra lo que se busca y el entendimiento encuentra gracias a que el amor busca.
El cambio es algo a lo que estamos expuestos pero muy pocos están dispuestosDetrás de ello no sólo está la comodidad del religioso o la intolerancia del moderno. Aunque el destino no cambie, la oportunidad de acceder a él por diversos caminos está ahí. Pero hay miedo a errar. Hegel decía que el miedo a errar es ya un error y, si se analiza, se descubre en su fondo un miedo a la verdad. Dicen que el hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos. Por otra parte, si haces lo que siempre has hecho, nunca llegarás más allá de donde has llegado.La vida no nos es dada hecha. Consiste en decidirse porque vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece siempre posibilidades. Esas posibilidades no son ilimitadas; son lo que Ortega llama la circunstancia (algo determinado, cerrado pero a la vez abierto y con holgura interior). Dentro de las posibilidades en que nos movemos no deseamos una cosa porque la hayamos visto antes sino porque ya en nuestro fondo preferíamos aquel género de cosas, las vamos buscando con nuestros sentidos por el mundo. Todo hacer es en virtud de un para. Ese para lo decidimos nosotros entre las posibilidades que tenemos porque creemos que ocupar así nuestra vida será lo mejor. La contemplación es, en su raíz un acto de amor, puesto que al amar, a diferencia del desear, ensayamos vivir desde el otro y nos desvivimos por él. Todo ver es un mirar, todo oír es un escuchar y todo vivir, un incesante y original, preferir y desdeñar. Que no se imponga otra cosa que nuestras preferencias, no nos dejemos mediatizar. Por nada ni nadie. Sólo hay un éxito: poder vivir como se desea.
  • En un buen orden psicológico, lo decisivo no es lo que hemos sido sino lo que anhelamos ser; apetito, afán, ilusión, deseo… Nuestra vida es, en su esencia, futurismo. Vida es pre-ocupación y lo es no sólo en los momentos difíciles. Cuando encuentro en mi pasado los medios para realizar mi futuro es cuando descubro mi presente. El espíritu, para vivir, necesita asesinar su propio pasado, negarlo, pero no puede hacer esto sin, al mismo tiempo, resucitar lo que mata, mantenerlo vivo en su interior. Aquellos que no estudian su historia están condenados a repetirla. Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado. El problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que era. Hay hombres que luchan un día y son buenos; hay otros que luchan un año y son mejores; hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero están los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Eso significa que vives

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